“Chechenia vive bajo un régimen de terror en el que la disidencia no está permitida”: Una entrevista con Marta Ter Ferrer
En Chechenia hay un control tan absoluto que la oposición es imposible. Criticar a Kadírov puede acarrear una paliza, una humillación pública o incluso que quemen la casa de tus familiares. La posibilidad de un cambio de poder sólo podría venir desde la propia élite dirigente.
Marta Ter Ferrer es licenciada en Filología Eslava y máster en Relaciones Internacionales. Especializada en Rusia y el Cáucaso, fue coautora de “Sistema mediático y propaganda en la Rusia de Putin”.
Hablamos de su nuevo libro “La Chechenia de Kadírov. El régimen de Putin en el Cáucaso”. Una obra que pretende transmitir qué significa vivir bajo el régimen de terror instaurado por el presidente Vladímir Putin a través del sátrapa local, Ramzán Kadírov.
Álvaro Peñas: ¿Quiénes son los Kadírov?
Marta Ter Ferrer: Durante la primera guerra chechena (1994-1996), en la que los Kadírov apoyaron la independencia, pero no tomaron las armas, el padre de Ramzán, Ajmat Kadírov, era Muftí, la máxima autoridad religiosa. En Chechenia siguen la rama sufí del Islam, que es más mística y tolerante, y que los yihadistas consideran una herejía. Ajmat declaró la guerra santa contra el invasor y a Chechenia llegaron salafistas (yihadistas) que habían estado combatiendo en Bosnia. Este salafismo fue ganando partidarios entre los insurgentes y, de hecho, intentaron matar a Ajmat, razón por la que los consideró tan enemigos como los rusos. Su principal rival era Shamil Basáyev, que fue el que organizó el atentado de la escuela de Beslan en 2004.
Cuando empieza la segunda guerra chechena en 1999, que los rusos definieron como una “operación especial antiterrorista” y duró hasta 2009, el Kremlin se dio cuenta de que para derrotar a los chechenos tenían que dividirlos. Putin decidió parte del poder político y militar a sus aliados chechenos, aunque en última instancia mandaba es Moscú y convirtió la guerra, que hasta entonces era entre rusos y chechenos, en una guerra civil chechena en la que las diferentes facciones luchaban entre sí.
El desencadenante de la segunda guerra chechena son los atentados contra varios edificios de apartamentos que causan cerca de 300 muertos. Son muchos los que señalan al Kremlin por este atentado.
Estoy convencida de que fue un trabajo de los servicios secretos rusos. Del mismo modo que los chechenos asumieron la autoría de atentados brutales como Beslan o Dubrovka, en este caso siempre se desvincularon. Hay un documental llamado “Disbelief” (La incredulidad), de Andréi Nekrásov, que explica lo ocurrido con detalle y presenta suficientes evidencias para demostrar que el FSB estaba detrás del atentado. Pero, además de los atentados, la excusa para empezar la guerra fue una incursión de yihadistas en Daguestán encabezada por Basáyev y el saudí Ibn al-Jattab para crear un califato en ese territorio.
Es importante resaltar que el yihadismo llega a Chechenia de mano de los combatientes extranjeros que acuden a la primera guerra chechena. En la constitución de la república de Chechenia de 1991 se separa explícitamente la religión del estado. Es la invasión rusa la que abre la puerta al yihadismo.
La segunda guerra chechena fue famosa por su crueldad y empleó tácticas de tierra quemada. ¿Hay similitudes con lo que está haciendo Rusia en Ucrania?
Sí, la guerra fue una sucesión de bombardeos sistemáticos contra las ciudades y la población civil. Es tristemente famoso el bombardeo del mercado de Grozny que causó cientos de muertos. También bombardearon los hospitales. Conocí a Khassam Baiev, escritor de “El juramento”, un médico que explicaba cómo tenían que operar a los heridos mientras el techo temblaba por las explosiones; me dijo que nunca se perdonó el haber colocado una sabana con una gran cruz en el techo del edificio para indicar que eso era un hospital, porque desde ese momento el hospital se convirtió en un objetivo militar y fue arrasado.
También fueron infames las operaciones de limpieza del ejército ruso. Los soldados rodeaban una ciudad o barrio durante días y se llevaban a todos los hombres de entre 15 y 60 años, y alguna vez también a mujeres jóvenes por si eran francotiradoras, a un punto de filtración donde eran torturados y golpeados. Si la familia pagaba el dinero suficiente, los detenidos eran liberados; en caso de muerte, su familia también tenía que pagar para recuperar el cadáver. Según Memorial, la principal asociación rusa de defensa de los derechos humanos que fue prohibida por el Kremlin, decenas de miles de personas pasaron por los puntos de filtración (de la población de Chechenia de menos de un millón) y más de 5.000 desaparecieron para siempre. Todo esto fue Chechenia.
Mientras Rusia hace todo esto, el Kremlin coloca a los Kadírov en el poder.
Sí, los rusos ponen a Ajmat Kadírov al frente del gobierno en 2002, pero en el “Día de la Victoria” de 2004 es asesinado en un atentado con bombas en el estadio de fútbol de Grozny. Ese mismo día Putin se reúne con Ramzán y lo designa como sucesor, aunque, como sólo tenía 27 años y la constitución chechena establece que el presidente debe tener al menos 30 años, ocupó el cargo de primer ministro hasta 2007 y fue nombrado presidente al cumplir los 30.
Desde ese momento, Chechenia no tiene soberanía.
No, es un territorio dependiente de Moscú y es una de las repúblicas de la Federación Rusa, pero a diferencia de las demás, en las que los gobernadores van cambiando con el tiempo, Kadírov lleva en el poder desde 2007 y tiene una relación muy estrecha con Putin. Kadírov recibe mucho dinero desde Moscú a cambio de mantener Chechenia bajo control y estar subordinado al Kremlin.
¿Es un régimen en manos de un clan familiar?
Yo lo definiría como una dictadura con rasgos totalitarios y algunos analistas lo han comparado con el estalinismo. Hay un fuerte culto de la personalidad y en Chechenia te encuentras carteles en todas partes con la cara de Ramzán, su padre y Putin. Todos los ámbitos de la vida están controlados por el Estado: la religión, el deporte, el trabajo, etc. Una de las últimas noticias que ha salido de Chechenia es que la música muy rápida o lenta se considerará extremista; hasta ese punto de locura está controlada la población. También son comunes los crímenes de “honor”. Homosexuales, drogadictos o alcohólicos son devueltos a sus familias después de ser detenidos y, en muchos casos, son asesinados por sus familiares porque los consideran una vergüenza para su clan. Chechenia vive bajo un régimen de terror en el que la disidencia no está permitida y cualquiera que ose discrepar de las bondades del régimen puede ser detenido, torturado en una cárcel secreta, desaparecer o ser ejecutado. Eso está a la orden del día.
Respecto al clan familiar, Kadírov ha colocado a cincuenta parientes suyos en posiciones de poder, tanto en ministerios como en empresas públicas relacionadas con el petróleo. Es una forma de controlar todos los resortes del poder, pero no nos engañemos, si los rumores de que Ramzán está enfermo son ciertos y tuviera que abandonar el poder, su sustituto será designado por Moscú.
Cuando empezó la invasión de Ucrania, Kadírov mandó tropas en apoyo de Rusia tras una escenificación bastante hollywoodiense. Las cosas no han ido como esperaban y hay menos entusiasmo por participar en la guerra, incluso hay unidades “chechenas” que en realidad están formadas por rusos.
Al empezar la invasión, Ramzán reunió a unos 10.000 combatientes que partieron en tres columnas hacia Ucrania. Les paso lo mismo que a los rusos, que se pensaron que iba a ser un paseo militar y se encontraron con una inesperada resistencia ucraniana. Una de estas columnas la destrozaron en cuestión de días y el resto participó en la toma de Mariupol y poco más. De hecho, se gastan muchas bromas sobre estas fuerzas que son calificadas como el “ejército Tik Tok” porque se preocupan más por hacer videos propagandísticos que por combatir.
Hay varios batallones de chechenos étnicos, pero luego hay una unidad de fuerzas especiales Ajmat que está formada por voluntarios de toda Rusia que hacen un cursillo de quince días en la “Universidad rusa de fuerzas especiales”, que está en Chechenia. Se les hace pasar por chechenos, aunque menos del 15% lo son, pero esto sirve a Kadírov para presentarse como un gran proveedor de soldados para el frente.
En el bando ucraniano también hay chechenos, pero proceden del exilio. ¿Hay alguna oposición en el interior de Chechenia?
No. Los chechenos que combaten con Ucrania, el batallón “Dzhojar Dudáyev” o el batallón “Sheikh Mansur”, proceden del exilio y la diáspora, muchos de ellos de Dinamarca. En Chechenia hay un control tan absoluto que la oposición es imposible. Criticar a Kadírov puede acarrear una paliza, una humillación pública o incluso que quemen la casa de tus familiares. La posibilidad de un cambio de poder sólo podría venir desde la propia élite dirigente.
¿A qué se debe su interés por Chechenia?
Estudié filología eslava y en 1998 tuve una beca para estudiar en Rusia. En 1999 empecé a trabajar en Antena 3 con Ricardo Ortega, el periodista que más conocía y viajaba a Chechenia. Ver lo que estaba pasando en la guerra me despertó una inquietud que he mantenido hasta ahora y por esa razón he viajado en varias ocasiones a Chechenia e investigado sobre todo lo que ocurre allí.
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