El Holodomor es un genocidio que se ha vuelto más conocido a raíz de la invasión rusa de Ucrania, sin embargo, cuando el crimen se ejecutó hace casi un siglo, el mundo no se enteró o no quiso enterarse, y sólo unas pocas voces, como el periodista Gareth Jones o el ingeniero austríaco Alexander Wienerberger, se atrevieron a denunciar la barbarie cometida por Stalin.
Ante una tragedia semejante, es difícil no preguntarse qué hicieron los que se encontraban en una posición social privilegiada dentro del sistema comunista: ¿Dónde estaban los intelectuales ucranianos? La película ucraniana “Casa Slovo”, dirigida por Taras Tomenko en un proyecto que ha tardado diez años en ver la luz, responde a esta pregunta.
Járkiv fue la capital de la República Socialista Soviética de Ucrania desde 1923 hasta 1934, y el centro de una política de “ucranización” en la que se vivió un renacimiento de la cultura ucraniana. Este movimiento generó una gran cantidad de obras y publicaciones en ucraniano, pero, posteriormente, sería conocido como el “renacimiento fusilado”. La agitación cultural hizo que muchos escritores comunistas acudiesen a la capital, acuciada por un grave problema de vivienda, y que las autoridades decidiesen construir una serie de apartamentos para acogerlos. Diseñado en 1927, la construcción de la casa Slovo no terminaría hasta diciembre de 1929, gracias a los fondos provistos por Stalin. El edificio fue diseñado en forma de “С”, que es la primera letra de la palabra ucraniana слово (slovo), que significa “palabra”; había nacido la casa de la palabra.
Los sesenta y seis apartamentos privados de la casa Slovo no tenían nada que ver con las condiciones de vida de los proletarios, que en su mayoría residían en casas comunitarias con cocinas compartidas, y ofrecían comodidades reservadas para la elite del partido. Los apartamentos tenían varias habitaciones, estudios de trabajo, baño, calefacción central y teléfono, e incluso un solárium en la azotea para tomar el sol y un jardín de infancia en el sótano. Los escritores también tenían acceso a la radio y disponían de las maquinas de escribir más modernas. Dentro de esa burbuja, los autores podían crear obras en las que alabasen los logros del socialismo real y las conquistas del proletariado. Por supuesto, y como en todos los ámbitos del régimen soviético, la creatividad y la vida de los autores era sometida a una escrupulosa vigilancia y la casa estaba llena de micrófonos colocados en lámparas y paredes. En la película se emplea un personaje de ficción para representar a un escritor fracasado que decide espiar a sus compañeros, pero la realidad es que todos fueron espiados por sus propios colegas, sus esposas y los empleados de la casa.
Mykola Khvylovy, fue el principal representante de esta generación de escritores ucranianos. Sus escritos, publicados por las principales publicaciones de la época, causaron una enorme polémica y la conocida como “discusión literaria ucraniana” de 1925-1928. Khvylovy se planteó la pregunta decisiva de que enfoque debía tomar la orientación política y cultural de Ucrania: “¿Europa o ‘ilustración’?”, entendiendo por ‘ilustración’ el atraso de Ucrania bajo el dominio ruso. Khvylovy afirmó que “para el arte sólo puede ser Europa” y acuñó el eslogan que le haría más famoso, “lejos de Moscú”. Stalin intervino personalmente en este asunto y condenó la orientación occidental defendida por Khvylovy como “nacionalismo burgués”. El escritor se vio obligado a admitir sus “errores” y abandonó Ucrania, residiendo en Berlín y en Viena hasta marzo de 1928. Antes de volver, envío una carta al periódico “Komunist” en el que se retractaba de sus opiniones.
Como los demás residentes de la Casa Slovo, Khvylovy no tardó en advertir que el paraíso comunista era en realidad un infierno de registros, palizas y furgones negros en la noche. La primera detención fue la de Halyna Mnevska, en enero de 1931, por negarse a delatar a su marido, Klym Polishchuk, que posteriormente sería fusilado en Carelia. Halyna pagó su lealtad con cinco años de cárcel. Les seguirían nuevas detenciones en marzo y la cifra no dejó de aumentar en una espiral de miedo hasta llegar al fatídico año de 1933. Los rumores del Holodomor llegaron también a la Caso Slovo y Khvylovy abandonó el edificio para conocer la verdad. Lo que vio hizo que quemase su última novela y afirmó que la hambruna tenía como objetivo “resolver la cuestión ucraniana”. El 13 de mayo, Khvylovy invitó a su casa a los escritores Olesya Dosvitnyi y Mykola Kulish, les dijo que les mostraría cómo debe comportarse un autor proletario y después se pegó un tiro. Los habitantes de Járkiv comenzaron a llamar a la Casa Slovo el “crematorio”.
Los residentes de cuarenta de los sesenta y seis apartamentos fueron detenidos por “actividades antisoviéticas” y toda clase de delitos contra el Estado. Las furgonetas negras se llevaban a los desdichados a las celdas del NKVD, donde recibían palizas y eran torturados. Treinta y tres personas fueron ejecutadas y cinco fueron condenadas a largas penas de prisión. A la desaparición física le siguió la intelectual, las obras de los escritores prohibidos fueron canceladas y toda una generación de escritores desapareció por completo. La Casa Slovo fue perdiendo importancia con el traslado de la capital de la RSS de Ucrania a Kyiv, y los escritores supervivientes abandonaron Járkiv.
Con la caída de la URSS y la independencia de Ucrania en 1991, los escritores prohibidos salieron de los archivos y sus obras volvieron a ver la luz gracias a una política de recuperación de la memoria nacional. La Casa Slovo recuperó su papel de antaño y se convirtió de nuevo en una residencia de escritores en el que se celebraban eventos literarios. Sin embargo, esa vida cultural ha vuelto a ser interrumpida por orden de Moscú porque, desde la invasión de febrero de 2022, los bombardeos son la nueva realidad de Járkiv. En marzo de este año la Casa Slovo resultó gravemente dañada en un ataque ruso. La historia se repite, pero ahora el eslogan “lejos de Moscú” está impreso en millones de ucranianos.
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José Luis Orella profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad CEU San Pablo, Doctor en Historia Contemporánea, especializado en pensamiento político en España y Europa central, por la Universidad de Deusto y de Derecho Político por la UNED.
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