Los que están en el frente están defendiendo la libertad de los que están detrás y si el enemigo lograse coartar la libertad de la retaguardia, entonces estaría ganando.
José Manuel Candón es teniente de Infantería de Marina retirado. Especialista en desactivación de explosivos, fue uno de los supervivientes de la explosión accidental en la Academia de Ingenieros del Ejército de Tierra el 24 de febrero de 2011, y en el que murieron cinco militares de Tierra y de Infantería de Marina, y resultaron heridos otros tres. Candón tuvo que abandonar el servicio activo por las graves secuelas de la explosión y ahora colabora con la ONG “Help to Ukraine” para retirar minas de Ucrania.
Álvaro Peñas: ¿Cómo se involucra en “Help to Ukraine”?
José Manuel Candón: Después de abandonar el ejercito por las consecuencias del accidente comencé una dura pelea con la administración que aún sigue, porque 13 años después aún no hay resolución judicial ni se han pagado indemnizaciones. Entonces conocí a un diputado de Ciudadanos, Miguel Gutiérrez, que estaba en la Comisión de Defensa. Gutiérrez dejo la política cuando Ciudadanos perdió su representación y se dedicó al trabajo humanitario desde el primer día de la invasión. Uno de los problemas más acuciantes de la guerra es el de las minas y, por ese motivo, se puso en contacto conmigo.
Cuando Miguel me propuso colaborar, pensé que era un buen modo de ayudar a la gente y además haciendo algo que me gusta porque estaba relacionado con mi trabajo. Así que acepté y empezamos a trabajar.
Con una guerra que en realidad se inicia en 2014, imagino que el problema de las minas en Ucrania es enorme.
El problema no son sólo las minas, también son los artefactos explosivos, como municiones, cohetes o misiles, que no han detonado o que se encuentran en almacenes o depósitos. Hasta la fecha se han retirado más de 800.000 explosivos y aproximadamente hay unos 150.000 kilómetros cuadrados de tierra y unos 15.000 kilómetros cuadrados de agua contaminados con explosivos. El problema es el siguiente, una mina o un artefacto explosivo es muy barato de producir en masa, con un coste entre 10 y 15 dólares, pero retirar uno tiene coste entre 800 y 1.000 dólares. Ahora mismo, Ucrania es el país más minado del mundo, y no se puede llevar a cabo un desminado a fondo hasta que no termine la guerra porque además las ONG de ayuda humanitaria también son el objetivo de las fuerzas rusas. Hace apenas unos días han bombardeado el edificio donde estaba la sede de la ONG suiza que prestaba ayuda humanitaria en Kharkiv. Por eso, mientras dure la guerra nuestra tarea es la formación de personal ucraniano.
La ayuda en este campo tiene varias vertientes. Una es la que todo el mundo conoce como desminado humanitario que es la limpieza de zonas de terreno; luego está la educación, el “risk education” para los civiles; y, por último, está la formación. En Ucrania el desminado que no es de combate, lo lleva a cabo el cuerpo de bomberos y estuvimos en su escuela para darles formación. Su mayor limitación es que tienen muy pocos especialistas y estamos preparando los cursos para mejorar esta situación.
Por lo que me cuenta hay mucho por hacer, pero, con las necesidades del frente, ¿hay recursos para esta tarea?
La prioridad es el frente, claro. Nosotros, todo lo que hemos hecho hasta ahora ha sido de forma altruista y depende de la ayuda humanitaria. Nuestra idea es empezar en marzo o abril de 2025, porque sí, la prioridad es la guerra, pero Ucrania es el granero de Europa y es necesario volver cuanto antes a la “normalidad”: liberar tierras que están contaminadas con explosivos, mejorar las infraestructuras, reparar carreteras, construir escuelas, etc. Por poner un ejemplo, hasta la fecha 400 escuelas han sido destruidas. Antes de poder hacer muchas de esas cosas, es necesario limpiar de explosivos toda la zona. Y para eso hace falta personal capacitado.
¿Son frecuentes las bajas civiles por las minas?
Cuando estuvimos allí, nos transmitieron que tenían un problema con las submuniciones de la época soviética que siguen apareciendo de cuando en cuando, y luego está la munición moderna, que en muchos casos tiene un paracaídas o que a veces puede parecer un juguete por la forma que tiene y es un peligro para los niños. Por eso es tan importante formar en “risk education” en los colegios, hospitales, etc. Ha habido casos de personas que han intentado retirar un cohete que llevaba meses sin detonar para liberar un lugar concreto, y esto es la causa de muchísimos accidentes. También se da el caso de que se trampean explosivos en zonas supuestamente seguras, y el jefe de emergencias de Jmelnitski, al que conocimos en la visita a su escuela, se encuentra muy grave por la explosión de una trampa en la carretera.
Esto es normal en zonas de guerra. Por ejemplo, cuando estaba en Sarajevo cada día recibíamos una alerta, y es que, por mucho que conciencies a la gente prima más la necesidad de sobrevivir que la seguridad. Hay accidentes, y habrá muchísimos más porque, con el tiempo, la gente se relaja y se confía.
¿Cómo ha visto la situación en Ucrania? ¿Cómo conviven los ucranianos con la guerra?
Hay que distinguir dos zonas. La que está cerca del frente y la que no lo está. En Kyiv, a pesar de que hay alarmas casi todas las noches y les ataquen con cohetes, la vida no para, y en Lviv prácticamente no notas la guerra. A mí me llamó la atención la cantidad de militares que veía en las calles y el patriotismo de los ucranianos. Están dispuestos a defender cada centímetro de terreno y todo está lleno de banderas, y de muestras de orgullo y de apoyo a los soldados. Mucho más que lo que vemos en los Estados Unidos. Me impresionó porque he vivido lo que es ser militar en España, tener un accidente y sólo contar con el apoyo de tu familia y tus compañeros. También me impresionó la cantidad de heridos y amputados, que es donde ves las consecuencias de la guerra, sobre todo porque algunos aún no tienen prótesis y emplean viejas muletas para desplazarse. A día de hoy hay 50.000 amputados. Pero Ucrania sigue adelante, aunque el 90% de los recursos sean para la guerra, y las ciudades no paran. Kyiv no puede parar, la gente hace su vida cotidiana y normal, puedes ir a una pizzería o a tomar un café.
Eso se ha utilizado por muchos propagandistas rusos como una prueba de que, en realidad, no hay una guerra Ucrania.
Es que en la guerra los militares van al frente y los civiles se quedan atrás haciendo su vida. El militar cuando va al frente no lucha por él, lucha por los que está dejando detrás y por la libertad de los que tiene detrás. El país tiene que seguir adelante para no acabar en la ruina y el pueblo ucraniano tiene la necesidad de salir adelante y eso conlleva hacer una vida cotidiana. Los que están en el frente están defendiendo la libertad de los que están detrás y si el enemigo lograse coartar la libertad de la retaguardia, entonces estaría ganando.
¿Y qué opina, cuando aquí en España, son muchos los que culpan a Ucrania de ser culpables de la guerra?
Siempre he tenido muy claro quién es el invasor y quién es el invadido, y por eso me he decidido a ayudar. Mantengo una firme posición a favor del pueblo ucraniano porque han sido machacados y aplastados una y otra vez. La guerra es cruel, pero hoy en día, con los sistemas tácticos que hay, no puedes bombardear un hospital. Eso no es un fallo, hay una evidente intencionalidad.
Por eso, para mí es tan importante poder ayudar y colaborar con los ucranianos. Hacer 50.000 folletos de “risk education” y repartirlos por las zonas más contaminadas, o dar clases de concienciación en las escuelas, es una labor muy bonita. Es la satisfacción del deber cumplido, porque al final hay que dar un paso adelante, y muy poca gente lo da.
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