Darío Madrid: “No hay que defender una leyenda rosa de la Inquisición, simplemente hay que ponerla en su contexto”
Darío Madrid es el seudónimo en internet de Gonzalo Fernández, divulgador histórico y abogado. Especializado en Derecho Penal y Laboral, en el campo de la historia ha escrito numerosos artículos relacionados con la Leyenda Negra, la Inquisición y la Conquista de América, y ha sido invitado como ponente en diversos congresos y encuentros de historia. Fue galardonado con la medalla Universitas Summa Cum Laude, por GEES Spain por su labor de divulgación de la Historia de España. Hablamos de su primer libro, “La Inquisición española. Realidad y procedimiento del Santo Oficio”, un trabajo que expone con claridad cómo eran los procesos ante los tribunales de la Inquisición.
Álvaro Peñas: ¿Por qué un libro sobre la Inquisición española?
Darío Madrid: Es un tema que siempre me ha llamado la atención. De hecho, compre mi primer libro sobre la Inquisición en 1984. Me gusta la historia y la de la Inquisición española es muy interesante, sobre todo cuando descubres que no utilizaban los instrumentos de tortura que se enseñan en películas, museos y exposiciones, como la dama de hierro, la cuna de Judas o el arranca-senos. Este último es un buen ejemplo, de lo que digo. El periodista Antonio Maestre cogió un cuadro del martirio de Santa Águeda, en el que los romanos le arrancan los senos, y lo describió como una tortura de la inquisición. Se torturaba, sí, pero no con esos inventos de terror. Y luego también me llama mucho la atención el procedimiento porque soy abogado. Era muy estricto y se apuntaba absolutamente todo, incluso las exclamaciones de dolor de los torturados. Así que hace cuatro años empecé a investigar sobre este asunto y finalmente escribí este libro.
El hecho de que lo apuntaran todo es el gran desmitificador de la Inquisición.
Exactamente. Si no existen los expedientes enteros de un caso, existe el resumen o la sentencia. Por eso sabemos que en el periodo comprendido entre 1540 y 1700, los ajusticiados fueron un 3% de las personas encausadas, es decir, unas 3.000. Un dato que se aleja mucho de las más de treinta mil de Juan Antonio Llorente, la primera persona que escribió un libro sobre la Inquisición.
La cifra es muy baja para lo que sucedió en aquel momento con las guerras de religión y el auge del protestantismo.
Sí, si tenemos en cuenta, por ejemplo, lo ocurrido en Francia en la noche de San Bartolomé, cinco días en los que se asesinaron a 15.000 hugonotes. O Inglaterra, donde las cifras no están muy claras, pero sabemos que Enrique VIII persigue a los católicos, su hija María, que era católica, persigue a los anglicanos, e Isabel persigue de nuevo a los católicos. En aquella época no existía la tolerancia religiosa. Lo que pasa es que la Inquisición española duro mas que otras instituciones religiosas, aunque al final su función era velar por las buenas costumbres.
A diferencia de los tribunales civiles, en los juicios de la Inquisición había abogado defensor.
Había abogado defensor, pero era designado por el tribunal y era un funcionario del tribunal. Su tarea era defender al reo y señalar cualquier irregularidad en el proceso, aunque esto no era nada frecuente porque los inquisidores eran muy meticulosos. De hecho, gozaban de mucho prestigio y estaban muy bien vistos en aquella época.
Entonces, ¿era más garantista para el acusado la Inquisición que un tribunal civil?
En el tema de la tortura lo era. La tortura se aplicaba en todos los lados, pero en la Inquisición eran estrictos. En un juzgado civil dependía del arbitrio del juez, mientras que los inquisidores tenían que seguir unas normas. Además, en la Inquisición la tortura se aplicaba al final del procedimiento, cuando ya se había realizado la investigación, pero en los civiles se solía hacer al principio. Los inquisidores eran mucho más reglados.
La Inquisición realmente no buscaba la condena del pecador, lo que buscaba era el arrepentimiento. Por eso, los que se arrepentían se salvaban y únicamente los que no se arrepentían o lo hacían demasiado tarde acababan condenados a la hoguera o en galeras, en función del delito. De hecho, para la época, las penas no eran tan duras, porque lo que se buscaba era el arrepentimiento. Incluso las condenas a cadena perpetua solían finalizar al cabo de unos años y existía la posibilidad de cumplir la pena en el domicilio. La peor parte era al principio del procedimiento, cuando el sospechoso entraba en la cárcel secreta y podía pasar años en su interior. Por ejemplo, Fray Luis de León estuvo cuatro años en prisión antes de ser juzgado.
Sin embargo, se ha popularizado la imagen perversa del inquisidor. Esta imagen nace como un ataque propagandístico contra España porque en aquel momento era la espada de la iglesia, pero, en general, ¿no cree que hay un intento de demonizar a la Inquisición católica pero no a la protestante?
Es que todos estos ataques proceden de los protestantes holandeses que, del mismo modo que emplearon la conquista de América como propaganda contra España, también utilizaron la Inquisición como ariete y la exageraron muchísimo. Por ejemplo, el libro “Artes de la Inquisición española”, publicado en 1567 por Reinaldo González Montano, que era el seudónimo de un protestante español que se cree que había huido de Valladolid, es un catálogo de barbaridades que constituye la base de la leyenda negra sobre la Inquisición. Pero las persecuciones llevadas a cabo por los protestantes son tremendas. Los calvinistas ajusticiaron a 500 personas en una ciudad de 3.000 habitantes. O el famoso caso de Miguel Servet, condenado por Calvino, pero que muchos achacan a la Inquisición española, del mismo modo que muchos creen erróneamente que Galileo fue quemado por la iglesia.
¿La Inquisición es ahora un arma para atacar a la iglesia?
Sí, lo es para la izquierda, que emplea a la Inquisición en su ataque continuo contra la iglesia.
El problema es que esta propaganda se ha convertido en cultura popular. En películas de Hollywood estrenadas este año se habla de la Inquisición española como “el periodo mas oscuro de la iglesia”.
Lo que se olvida es que en aquella época todos los países perseguían la herejía. Y la herejía era entonces el peor de los delitos, pero esto ocurría en todas partes. Por esa razón, Calvino, que había escapado de la Inquisición francesa, quema a Miguel Servet por escribir un libro herético.
No sólo en Hollywood, en España el mito pervive con mucha fuerza.
Sí, aquí se vende mucho la imagen de una España y una iglesia oscura, donde los inquisidores son personajes siniestros, pero esto no quiere decir que haya que defender una leyenda rosa de la Inquisición, simplemente hay que ponerla en su contexto. Por ejemplo, hay casos de personas que fueron denunciadas a la Inquisición por blasfemar y fueron llevadas a la cárcel secreta, donde permanecieron encerrados durante un año hasta que se decidió la pena, que en algunos casos consistía en rezar varias veces el padrenuestro, pero claro, pasaban un año entero en prisión. La cuestión es que esto pasaba también en otros países y el ejemplo más brutal es el de las brujas.
En España no hubo caza de brujas como en Alemania, Francia o Suiza, ¿por qué?
Pues es gracias a la Inquisición. La primera norma que aparece en España es de 1525, y dice que no hay que creer esos relatos, que las brujas no existen y que puede tratarse de mujeres enfermas, locas o mentirosas. Después del tristemente famoso auto de fe de Logroño, el de las brujas de Zugarramundi, en el que seis personas son quemadas y cinco mueren en el procedimiento, el famoso inquisidor Alonso de Salazar insiste en que eso no puede volver a pasar. Por eso el número de brujas quemadas en España se cuenta por decenas, mientras que en Europa, donde mucha gente culta creía que las brujas mantenían relaciones con el diablo y volaban en escobas, se cuentan por decenas de miles.
Sin embargo, aún hay muchas en España que creen ser las nietas de las brujas que no se pudieron quemar…
Claro, pero no es real. Son como los museos de la inquisición, que son completamente falsos. Ninguna de las piezas que se enseñan fueron empleadas por los inquisidores, ni siquiera el famoso potro. En España tenemos dos museos de la tortura, en Santillana del Mar y Toledo, donde se exponen estos artilugios, y en Granada se llama directamente museo de la Inquisición. En este último puedes ver la dama de hierro y toda clase de instrumentos de tortura, como la silla inquisitorial, una silla con el respaldo y el asiento llenos de clavos donde se sentaba al reo para que confesara, pero que en realidad no fue usada por la Inquisición.
Otro mito común es el de las persecuciones de la Inquisición contra los indios en Hispanoamérica.
La Inquisición casi no actuó en Hispanoamérica. Hubo tres tribunales: el de Nuevo Méjico, el de Lima y el de Cartagena de Indias (que empezó en 1700). Y no se persiguió a los indios porque se les consideraba neófitos, hubo un caso de un cacique que fue quemado, pero fue el único. La Inquisición se encargaba de los nacidos en la península, sus hijos y los descendientes de españoles. Sólo 60 personas fueron ajusticiadas.
Los últimos años de la Inquisición se suelen emplear como prueba de que España era un país atrasado. ¿Cómo es la Inquisición en este periodo?
Hay un detalle muy curioso cuando las tropas francesas entran en Madrid en 1808. Lo primero que hicieron fue ir a ver las cárceles de la Inquisición, que estaban en la plaza de Santo Domingo, pensando que iban a encontrar todo tipo de barbaridades, pero se sintieron bastante decepcionados. Lo cierto es que a partir de Felipe V la Inquisición se utiliza como una herramienta política al servicio de los reyes, para mantener las buenas costumbres, y pierde su función original.
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