Entrevista: Agustín Laje: “El wokismo es la estimulación permanente del conflicto político llevado al ámbito de lo personal”
Entrevista con Agustín Laje, licenciado en Ciencia Política por la Universidad Católica de Córdoba (Argentina). Fundador y director de la Fundación Centro de Estudios LIBRE, es columnista en distintos medios de comunicación y autor de los libros “Los mitos setentistas” (2011), “Cuando el relato es una Farsa” (2013), “El libro negro de la Nueva Izquierda” (2016), en coautoría con Nicolás Márquez, y “La batalla cultural. Reflexiones para una Nueva Derecha” (2022).
Álvaro Peñas: “Si la derecha no da la batalla cultural está condenada a perder el poder político”, usted ha repetido esto desde hace mucho tiempo. Visto lo que está sucediendo en toda América, ¿no tiene la impresión de haber clamado en el desierto?
Agustín Laje: Hoy prácticamente toda la derecha habla de batalla cultural. En ese sentido, el término funciona como idea-fuerza, casi como significante vacío en torno al cual se encuentran distintas identidades particulares de derechas. Esa es una gran noticia para mí, que vengo hablando de batalla cultural desde hace al menos diez años. De alguna manera, ya no me encuentro totalmente en el desierto. Sin embargo, hay dos inconvenientes a considerar: por un lado, el tiempo: hemos llegado varia décadas tarde a advertir que la cultura importaba, y esa demora se está pagando caro, porque hay que desarmar una hegemonía cultural totalmente sellada. Por otro lado, el significado de lo que queremos decir con “batalla cultural”: hay sectores de la derecha que confunden batalla cultural con evangelización, y hay otros que confunden batalla cultural con la mera defensa técnica de un modelo económico.
Gramsci, la escuela de Frankfurt, mayo del 68, la irrupción de la corrección política… Lo que plantea la izquierda no es nuevo, aunque es cierto que este modelo cultural se impuso a raíz del fracaso de la lucha de clases. Sin embargo, aún hay muchos en la derecha que niegan o quitan importancia a la batalla cultural.
Los que niegan la batalla cultural suelen ser determinados sectores libertarios que solo tienen ojos para la economía, porque en lo que respecta a los temas culturales no tienen ningún inconveniente real con la agenda progresista.
Esos sectores, que yo no llamaría “de derechas” realmente, sino de “extremo centro”, no niegan la batalla cultural por no reconocer en la izquierda componentes revolucionarios, sino más bien por no reconocer que los conflictos políticos favoritos de las izquierdas hoy pasan por la esfera cultural.
Como usted dice, el giro culturalista de la izquierda no es nuevo, y no hace falta gran esfuerzo intelectual para entenderlo. Sin embargo, esos sectores de extremo centro padecen de una ceguera atroz: mientras se dicen defensores a ultranza de la libertad, la única libertad que defienden es la económica. Cuando las agresiones contra la libertad provienen del ámbito cultural (libertad religiosa, libertad de conciencia, libertad de expresión, libertad de educación, etc) realmente no les importa en absoluto.
Hace poco presentó en Madrid su libro “La batalla cultural. Reflexiones para una Nueva Derecha”. ¿Recoge en ese libro todo lo necesario para dar la batalla cultural? ¿Es posible ganar esa batalla?
En realidad, el libro no es un manual, sino una teoría sobre la batalla cultural. Es decir, en mi libro no hay un recetario, no hay una receta de “cómo dar la batalla cultural”. Lo que me pregunto en mi libro, más bien, es qué se supone que sea la dichosa batalla cultural, y cuál es su vínculo con lo político.
Yendo a su pregunta, no creo que la batalla cultural sea algo que se gane o se pierda definitivamente. A diferencia de una batalla política, entendida como contienda electoral, en la que hay tiempos bien definidos y ganadores y perdedores bien específicos, en la batalla cultural no hay ni una cosa ni la otra. Hay, simplemente, momentos de hegemonía. Pero la hegemonía siempre tiene brechas, siempre presenta espacios de debilidad. Creo que la debilidad de la actual hegemonía progre es ser tan contraria al sentido común, tan contraría a la espontaneidad humana, que generará enormes daños sociales y psicológicos en las personas. No es gratuito decirle a alguien que puede cambiar su sexo a base de autopercepción, hormonas y cirugías. Tampoco es gratuito estimular luchas entre hombres y mujeres. El aborto, por su parte, hiere a la sociedad en su natalidad. El antiespecismo degrada ontológicamente al hombre. Y así sucesivamente.
Veremos los costos de todo esto muy pronto. Mejor dicho: ya lo estamos viendo. El problema es: ¿cuánto más hay que ver para deshechar este modelo cultural que nos impusieron? Tengo esperanzas de que en algún momento digamos que ya es suficiente.
¿Cuál sería para usted el mejor ejemplo de esa nueva derecha?
La nueva derecha se ajusta a las condiciones de cada lugar. En Argentina está Javier Milei, en España está Vox, en Estados Unidos está Trump pero ahora también DeSantis, en Brasil Bolsonaro, en Italia Meloni, etcétera. La nueva derecha conjuga distintas derechas en un proyecto renovado, con caras nuevas, que no temen a la incorrección política.
El wokismo crea nuevas opresiones y los que antes estaban oprimidos se convierten de facto en opresores, como hemos visto en España con el enfrentamiento entre feministas y trans. ¿Hasta cuándo puede una sociedad soportar semejante locura y división?
Así es: el wokismo es la estimulación permanente del conflicto político llevado al ámbito de lo personal. Todo rasgo personal, privado, incluso íntimo, se vuelve materia política para el wokismo.
La sociedad soportará esta locura hasta que se de cuenta que esto es ingeniería social; que nada de esto es espontáneo; que acá hay grandes intereses (económicos, políticos, ideológicos) generando todos estos conflictos a los que usted se refiere.
A finales de este mes sale a la luz “Generación idiota: Una crítica al adolescentrismo”, ¿me puede adelantar algo sobre su nuevo libro?
Se trata de un libro contra distintos rasgos del wokismo y la agenda progre. Analizo el problema de la relación entre las distintas generaciones, los ataques al núcleo familiar, el adoctrinamiento en colegios y universidades, la presión de la moda y la farándula, la irrupción del mundo digital, la pérdida del sentido, los conflictos en torno a la identidad, y muchos otros temas. Es un libro combativo, pero con análisis que van y vienen entre la filosofía, la sociología y la ciencia política. Así, no es solo un libro de combate, sino también de formación.
¿El lema del idiota de nuestro tiempo es “paso de política”?
Hay dos tipos de idiotas, que sin embargo se complementan: el idiota que cree que puede realmente “pasar” de la política, y le entrega así a la política absolutamente todo; y, por otro lado, el idiota que politiza todos los dominios de su vida, que grita que “lo personal es político”, y termina exigiendo al Estado que todos celebremos y subsidiemos su ombligo. Ambos casos son maneras de privatizar lo político. Recordemos que la palabra idiota viene del griego, y quiere decir, precisamente, aquel que vive ensimismado, sin contacto real con lo que ocurre en la polis.
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