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Kursk: ¿El talón de Aquiles de Putin?

2024-10-14
Tiempo de lectura: 5 min
La operación de las fuerzas armadas ucranianas en la región rusa de Kursk ha sido una de las acciones más inesperadas desde el inicio de la invasión rusa en febrero de 2022, y, hasta el momento, ha cambiado drásticamente el mapa de una guerra que, desde la reconquista de Kherson y de buena parte de la región de Kharkov, había ido cambiando muy lentamente.


Los ucranianos se han hecho con unos 1.000 kilómetros cuadrados de territorio ruso en una operación que ha vuelto a demostrar que el Zar está desnudo. Una de las muchas escenas sorprendentes que ha dado esta incursión fue la de un civil ruso que preguntaba a varios soldados ucranianos si eran americanos. Cuando los soldados le respondieron que eran de Zaporiyia, el ruso, incrédulo, se echó las manos a la cabeza. La narrativa de la presencia de unidades de la OTAN es una de las fantasías favoritas de la propaganda rusa que insiste en la idea de que Rusia está siendo atacada por Occidente. El caso más reciente fue en julio, cuando distintos medios publicaron que se habían producido más de cuarenta bajas, entre muertos y heridos, entre miembros del SAS británico y de tropas regulares francesas en un ataque ruso sobre Odesa. La idea sigue más presente que nunca, sobre todo por la imposibilidad de la propaganda rusa de explicar cómo los ucranianos han podido penetrar con tanta facilidad en territorio ruso. Durante el último intercambio de prisioneros, uno de los jóvenes soldados que había sido capturado en Kursk afirmaba haber sido hecho prisionero por tropas de la OTAN estadounidenses y polacas, para después señalar que la OTAN no hace prisioneros. La coherencia del relato no importa, lo que importa es repetir el mensaje una y otra vez.    

Pero, olvidando el aspecto militar, ¿qué efecto está teniendo la operación de Kursk sobre la sociedad rusa? Quien mejor puede contestar a esta pregunta es Oleksandr Shulga, director del Instituto de Estudios y Análisis de Conflictos de Rusia (IKAR), un instituto ucraniano que analiza el comportamiento de la sociedad rusa. El IKAR acaba de publicar un exhaustivo análisis mediático de las redes sociales rusas en las primeras fases de la ofensiva ucraniana en Kursk, entre el 6 y el 24 de agosto, y sus resultados son sorprendentes. La investigación utilizó palabras y frases clave sobre los acontecimientos de Kursk, publicaciones en las comunidades de Telegram locales y las publicaciones de militares individuales del ejército ruso, cuyos datos se verificaron mediante herramientas OSINT.  

El pico de reacciones de los rusos a los sucesos de Kursk fue el 8 de agosto, con más de 600.000 menciones, que se redujeron a casi 80.000 el 14 de agosto y a 18.000 el 24 de agosto. “Se trata de una disminución artificial, porque no puede deberse a que los ciudadanos de Kursk perdieran interés por lo que estaba pasando tras sólo unos días de operación. En los canales de Telegram locales se cerraron todos los comentarios y la posibilidad de subir noticias, lo que causó un descenso significativo de las reacciones”, afirma Shulga, que considera que las imágenes y los mensajes de los usuarios, mostrando el rápido avance de las tropas ucranianas, sumado al silencio de las autoridades rusas, han generado un enorme descontento entre la población. “La respuesta de la propaganda rusa me ha recordado a lo que sucedió con el motín de Prigozhin: pánico absoluto. No sabían que decir y, por otro lado, la falta de información fue cubierta por blogueros militares y rusos ordinarios, es decir, por una vez se vieron las cosas como son en realidad, y hemos visto como unos pocos miles de soldados ucranianos han ocupado una cantidad de territorio que se puede comparar a lo que ha tomado Rusia empleando decenas de miles de hombres y gastando enormes cantidades de munición de artillería y recursos”.

Para frenar el descontento, Rusia restó importancia a la operación y empleó la censura: “Han amenazado abiertamente a sus propios ciudadanos y a blogueros militares leales, a personas que han sido voluntarios en el ejército y que recogen donativos para la guerra, con causas penales humillantes si seguían publicando noticias sobre el avance ucraniano en Kursk”. La censura y la propaganda cambiaron el tono y el número de los mensajes, el pánico y las críticas hacia las autoridades fueron sustituidas por el apoyo al ejército ruso y a la incitación a la hostilidad internacional.

Shulga cree que, por encima de todo, Kursk ha mostrado que Rusia no sabe cómo gestionar crisis y cuando ocurre algo inesperado, crítico o que progresa muy rápido, no tiene capacidad de reacción: “Putin ha mostrado de nuevo su incapacidad para gestionar una crisis y eso se extiende a todos los niveles. Todos estaban esperando su reacción o su aprobación, y no ocurrió nada durante varios días. La propaganda rusa estuvo completamente parada a la espera de los mensajes del líder, y lo único que vimos fueron mensajes de pánico y las contradicciones entre las declaraciones del Ministerio de Defensa y los blogueros militares”. A esa falta de reacción hay que sumar una falta absoluta de iniciativa por parte de las autoridades, como también sucedió en el motín de Prighozin, algo que abre la puerta a futuras operaciones.

“Las autoridades y la propaganda rusa, después de anunciar el fracaso de la incursión, ahora hablan de ella como si fuese una situación normal, como una operación más de la guerra en la que diariamente anuncian la destrucción de decenas de vehículos y la muerte de cientos de ucranianos. Otro enfoque ha sido presentar el ataque como terrorismo y la respuesta rusa como una operación antiterrorista, como hicieron en Chechenia. Pero la dura realidad es que la operación de Kursk es una prueba de su debilidad a la hora de defender su propio territorio”, señala Shulga.

Otra prueba de la incapacidad del Kremlin ha sido la falta de medidas organizadas de evacuación de los más de 200.000 civiles rusos que se han desplazado fuera de la región. Los comentarios en las redes sociales sobre la organización de la evacuación y el papel de las autoridades fueron negativos en un 20% frente a menos de un 3% de respuestas positivas. Según el análisis del IKAR basado en IA, de las casi 4.000 fuentes que proporcionaron información sobre la evacuación, más de 600 eran canales de comunicación comprometidos que difundían sistemáticamente propaganda y noticias falsas, y en los que estuvieron implicados más de 800 bots. “La operación de Kursk ha acelerado los problemas internos del régimen, porque Putin no sólo es incapaz de resolverlo, sino porque esta no es una guerra en Siria o en Georgia, es una guerra en su territorio. Los rusos se preguntan si su líder es capaz de llevarlos a la victoria y si podría ser reemplazado, y, antes de que acabe este año, veremos cristalizadas las respuestas a estas preguntas en público”.

“En Rusia no tienen ideología, no tienen instituciones ni mecanismos de equilibrio, la única herramienta universal para medir quién eres es Putin. Lo ha demostrado muy claramente: No hay un segundo o un tercer líder en el país, sólo está Putin. Por eso, cuanto más se deteriore la “naturaleza sagrada” del poder del líder, antes llegará el principio de su fin porque todo el descontento de la sociedad rusa está centrado en él. En los próximos meses observaremos que esto va en aumento y será un indicador muy significativo de la estabilidad del sistema. La operación de Kursk ha acelerado este proceso y ha dado una oportunidad a la cristalización de todos estos cambios”, concluye Shulga.

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