El socialismo tiene la peculiaridad de que empobrece los países en los que gobierna, pero hace ricos a los que gobiernan. En Portugal, después de un año de escándalos de corrupción en los que se han visto implicados ministros y altos cargos del Partido Socialista, finalmente le tocó el turno al primer ministro, António Costa.
El pasado martes 7 de noviembre, Costa anunciaba su dimisión después del hallazgo de sobres con más de 75.000 euros en efectivo en el despacho de Vítor Escária, su jefe de gabinete, en la residencia oficial del primer ministro. Además, también se hizo público que el exprimer ministro socialista está siendo investigado por el Tribunal Supremo, después de que su nombre fuese señalado como interviniente por varios investigados en un caso relacionado con negocios de litio, hidrógeno verde y un centro de datos en Sines. La fiscalía considera que Costa intervino en favor de los intereses de la empresa Start Campus, responsable del centro de datos, y que podría haber cometido un delito de prevaricación, corrupción activa y pasiva de funcionarios políticos y tráfico de influencias.
Todo estalló a raíz de la detención del jefe de gabinete del primer ministro, Vítor Escária, el alcalde de Sines, Nuno Mascarenhas, dos directivos de la empresa Start Campus y un consultor, en una investigación de la Dirección Central de Investigación y Acción Criminal (DCIAP) sobre el negocio del litio y el hidrógeno verde. Una investigación en la que también están señalados el ministro de Infraestructura, João Galamba y el presidente del Consejo de Administración de la Agencia Portuguesa de Medio Ambiente, Nuno Lacasta. Los detenidos ingresaron en prisión porque la fiscalía considera que existe “peligro de fuga, continuación de la actividad delictiva, perturbación de la investigación y perturbación del orden y la tranquilidad públicos”. El hallazgo de los 75.000 euros fue la gota que colmó el vaso.
“Debo decir a los portugueses que el hecho de que se hayan hallado aquí los sobres me avergüenza y debo pedir disculpas”, señaló Costa, que ha negado haber cometido “ningún acto ilegal o reprobable”, pero que ha dimitido porque el cargo de primer ministro no es compatible con la “sospecha de la práctica de cualquier acto criminal”. También afirmó que “probablemente no volveré a ejercer jamás un cargo público”.
La dimisión de António Costa es un verdadero varapalo para la izquierda portuguesa y el final de su figura más relevante. Conocido como el socialista de los “imposibles” por haber logrado dar la vuelta a una derrota electoral con un inédito pacto de izquierdas y alcanzar la mayoría absoluta cuando nadie la esperaba, Costa se habría convertido en el jefe de Gobierno más longevo de la democracia portuguesa si hubiese finalizado su mandato en 2026. También es una mala noticia para Pedro Sánchez, que tenía en António Costa a uno de sus mayores aliados, o para el presidente de Brasil, Lula da Silva, que mostró su preocupación por “la renuncia de Costa y el avance de la ultraderecha”. Es evidente que Lula está sorprendido de que, vista la experiencia en su país, la corrupción sea capaz de hundir a un gobierno y de llevarse consigo al socialismo portugués.
Nuevas elecciones
Tras la dimisión de António Costa, el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, anunció la celebración de elecciones legislativas anticipadas el 10 de marzo de 2024. El adelanto electoral coge a la izquierda fuera de juego, y los socialistas apenas tienen unos meses para reorganizarse y elegir un candidato que no esté vinculado a los casos de corrupción. En la última encuesta publicada el 10 de noviembre, el Partido Socialista obtiene un 22%, cayendo al segundo puesto, mientras que el Popular PSD se alza con el primer puesto con un 27%. Chega se mantiene como tercera fuerza, pero con una fuerte subida hasta el 16,1% (en las elecciones de enero de 2022, el partido de André Ventura consiguió el 7,15%). Con este resultado, una coalición de la derecha ganaría las próximas elecciones.
Para Ricardo Regalla Dias Pinto, jefe de gabinete de André Ventura y director de Relaciones Internacionales de Chega, las elecciones llegan en un muy buen momento para su partido: “Chega está creciendo y cada vez mas portugueses nos dan su apoyo, así que estamos preparados para las próximas elecciones y para desalojar a los socialistas del poder”. Podemos encontrar un buen ejemplo de este constante crecimiento en las recientes elecciones celebradas en septiembre en la isla de Madeira, donde Chega ha pasado de los 619 votos de 2019 a 12,028, convirtiéndose en la cuarta fuerza política y obteniendo cuatro diputados. “Convocar elecciones ha sido la decisión correcta, porque Portugal no podía permitirse un gobierno y un partido salpicado por la corrupción” afirmó Dias Pinto. De hecho, la corrupción ha sido uno de los ejes de la campaña de Chega y sus vallas publicitarias denuncian que los portugueses pagan unos impuestos tan altos para sustentar la corrupción.
Respecto a lo que puede pasar después del 10 de marzo, Dias Pinto señaló que “un gobierno de la derecha sólo podrá salir adelante contando con Chega”, ante las dudas expresadas por algunos dirigentes del PSD que parecen reacios a contar con el partido de André Ventura. Los populares portugueses deberían mirar a lo sucedido en España, donde las reticencias del Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo y su campaña de acoso y derribo a su único posible aliado, VOX, nos han llevado a la terrible situación en la que nos encontramos ahora mismo. Esperemos que las miras políticas se eleven en Portugal por encima de los intereses partidistas. Sea como sea, nos espera una apasionante campaña electoral.
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José Luis Orella profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad CEU San Pablo, Doctor en Historia Contemporánea, especializado en pensamiento político en España y Europa central, por la Universidad de Deusto y de Derecho Político por la UNED.
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