Atacando empresas críticas para un país se consigue menoscabar la confianza en la política y la economía, y se genera más inseguridad. Todo esto forma parte del entorno de una guerra híbrida, no es sólo contra las empresas o contra los Estados, sino que forma parte de un todo.
Hugo Zunzarren es director de operaciones de Inteligencia Económica en diversas empresas, especializado gestión de proyectos y operaciones de contrainterferencia cibernética. Zunzarren trabajó durante quince años en la inteligencia naval de la Armada francesa y de la Dirección de inteligencia militar. Es autor de varios libros, entre ellos, “Ciberinteligencia en la geopolítica y geoeconomía actual. Principales amenazas para la Unión Europea”, publicado este año.
Álvaro Peñas: La ciberseguridad ha pasado de ser algo propio de los Estados, a estar cada vez más presente en muchos sectores.
Hugo Zunzarren: Sí, la ciberseguridad ha evolucionado mucho y hay que verla como un aspecto más de la seguridad en su conjunto. Es decir, una intrusión en los sistemas de una empresa puede ir acompañado de un ataque a su reputación para generar descontento o buscando aprovechar otros factores; esto es lo que se llama un ataque híbrido asimétrico. Parece que se acaba de descubrir la existencia de estos ataques, pero todos los ataques que he conocido desde que estoy trabajado en inteligencia, y ya son 27 años, han sido híbridos asimétricos. Es una estupidez pensar que no está todo ligado e interconectado, y, además, los que los llevan a cabo trabajan cada vez mejor. Las bandas criminales pueden tener poca potencia económica, pero lo suplen con flexibilidad y conocimiento, y buscan todos los huecos por donde pueden entrar. Por eso la ciberseguridad no puede estar en un compartimento estanco, no puede ser que una mano no sepa lo que hace la otra.
Otro termino cada vez más utilizado es el de “guerra híbrida”. ¿Cómo pueden enmarcarse los ataques a las empresas dentro de una guerra híbrida?
Un ataque a una empresa no es un fin en sí mismo, sino que es parte de un ataque hibrido global a los Estados. Atacando empresas críticas para un país se consigue menoscabar la confianza en la política y la economía, y se genera más inseguridad. Hay una relación directa entre el descontento y la sensación de incertidumbre con el aumento de los delitos. El hecho de que se sepa que se han atacado empresas también menoscaba el estado del bienestar, la reputación de los cuerpos de seguridad, las perspectivas de progreso, etc. Todo esto forma parte del entorno de una guerra híbrida, no es sólo contra las empresas o contra los Estados, sino que forma parte de un todo.
Es también una guerra cognitiva en la que se realizan ataques para influir en la opinión pública a través de mensajes sencillos que se van sembrando para que sean adaptados y aceptados sin mucho análisis por parte de quien lo lee y lo comparte. A partir de ahí se consigue que cambie su percepción, y si cambia su percepción, cambia su actitud. Esta manipulación, que cada vez más está a la orden del día, se ve en los medios de comunicación y en las redes sociales; es una guerra soterrada de una cultura contra otra, de unas voluntades contra otras, en las que el campo de batalla no es económico o militar, es la mente de las personas.
¿Hay alguna defensa eficaz contra esta clase de confrontación, por ejemplo, contra las granjas de bots difundiendo desinformación?
Tenemos la verificación, el “factchecking”, pero esta herramienta sólo sirve para determinar si una información es verdadera o falsa, y no determina qué voluntad está detrás de eso, las razones por las que se ha llevado a cabo y cómo se ha hecho. Descubrir el “cómo” es el mejor modo para encontrar el origen porque se pueden detectar firmas y procedimientos, protocolos de guerra cognitiva y de manipulación a gran escala, que nos pueden indicar quién está detrás. Cuando nos encontramos con un “deep fake” promovido por una granja de bots, podemos negar su narrativa, pero no sabemos qué impacto ha tenido ni de que más forma parte. Nunca se trata de algo aislado, sino que es una acción concertada que pertenece a algo mucho más grande.
La idea es siempre lo importante en la manipulación, porque los bots son sólo un medio para difundirla y a veces un medio tan evidente que a veces se emplea como un cebo. Lo peligroso es la información dirigida en función de perfiles, a gran escala, con Inteligencia Artificial para hacer perfilados y predicción de comportamientos de grandes grupos sociales o de personas influyentes, y con análisis de estadísticas de impacto en función de los objetivos.
Los bots pueden ser fáciles de detectar, pero ¿qué sucede con la Inteligencia Artificial? ¿Cómo podemos descubrir las manipulaciones hechas con IA?
En este tema tenemos un pequeño problema, y es que es una competición en la que los malos tienen dos patines y nosotros sólo tenemos uno. En el campo legal hay ocho leyes para el uso de la IA, pero los que hacen un mal uso de esta tecnología no respetan esas ni otras leyes. ¿Cuál es el mejor medio para contrarrestar la IA? La inteligencia humana es superior y con el entrenamiento adecuado se pueden formar equipos capacitados para detectar los intentos de manipulación realizados con IA.
Otro asunto muy debatido es el del uso del voto electrónico y la posibilidad de cometer un fraude electoral. Varios países que optaron por emplear el voto electrónico han decidido echarse atrás, ¿es la decisión correcta?
El voto electrónico no debería ser inseguro si se lleva a cabo por gente experta y si existe una concienciación de la población sobre cómo ejercer el voto electrónico o cualquier otro uso que involucre sus datos personales, por ejemplo, no conectándose a wifis gratuitas y sin ninguna clase de seguridad. El problema es que siempre que hay voto electrónico se puede sugerir la posibilidad de fraude y poner en duda el resultado electoral. Técnicamente no es más inseguro, y creo que se dispone de la tecnología necesaria, como el “blockchain, para evitar manipulaciones, pero es cierto que se puede utilizar mal, abriendo la puerta a las denuncias por fraude y empañando todo el proceso.
¿España está bien preparada en el campo de la ciberseguridad?
A nivel de protección, España es uno de los países más punteros en ciberseguridad porque cuenta con grandes profesionales y un bien enfoque. Soy medio francés, pero cuando he tenido que llevar una filosofía de ciberseguridad a países de África, ha triunfado mucho más la filosofía española que la francesa. A nivel de ataque, tenemos a muchos países por delante, pero nuestra capacidad de defensa es muy alta.
Respecto a África, usted la conoce muy bien ¿cómo ha podido Rusia ampliar tanto su influencia en tantos países africanos francófonos?
Francia es un país serio para lo que necesita. Ahora mismo es un país puntero en energía nuclear y los yacimientos para esa energía están controlados desde hace tiempo. Evidentemente, a Francia no le gusta perder influencia, pero los aspectos críticos y estratégicos más importantes los tienen cubiertos. En el gobierno francés había sectores que no estaban contentos de enviar tanta ayuda sin retorno a los países africanos, y, sinceramente, no me sorprendería que la aparición de Wagner en África les haya servido para soltar lastre.
¿Políticamente no es un error a medio o largo plazo?
Políticamente puede serlo, pero en cuestión de recursos Francia se ha cubierto las espaldas. Por su parte, Rusia busca lo mismo que antes buscaban los franceses: recursos e influencia. Para hacerlo ofrece a Wagner a los gobiernos locales, que consiguen estabilidad gracias a los despiadados métodos de Wagner con sus enemigos, como los yihadistas. Un ejemplo de esa influencia es que en África hay un enorme desinterés con la guerra de Ucrania y, de hecho, la mayoría de la gente allí ni siquiera relaciona a Wagner con la guerra.
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