En Occidente hay muchos, tanto en la izquierda como en la derecha, que achacan todo lo que sucede en el mundo al imperialismo estadounidense. Al fin y al cabo, de ese modo la culpa de todos los males de la humanidad recaería en el capitalismo, lo que encaja con el relato de la izquierda, y en la decadencia occidental, lo que encaja en una parte de la derecha que considera aliados a los enemigos de Occidente.
Así, la guerra de Ucrania es en realidad culpa de Estados Unidos, que financió un golpe de estado nazi en Ucrania y obligó a un pacifista como Vladimir Putin a invadirla con más de 200.000 soldados y miles de carros de combate y aviones. Por supuesto, todos los crímenes de guerra cometidos por los rusos desde entonces o no han sucedido, o son responsabilidad de Estados Unidos, sus bio-laboratorios y las fuerzas satánicas de la OTAN. Lo mismo sucede con la guerra en Oriente Medio. Las barbaridades cometidas por Hamás estarían justificadas por la maldad de Israel, una maldad respaldada por Estados Unidos que es, finalmente, el responsable último de todo lo que está sucediendo.
Ante este relato, de poco o nada sirven los hechos. Que la revolución del Maidán fuese provocada por el giro del gobierno ucraniano hacia Rusia y por la violencia de la policía y grupos del crimen organizado al servicio del régimen, que dejaron un centenar de muertos, no es relevante. Como tampoco lo fueron la toma de Crimea o la subversión provocada por Rusia en el Donbás. No, todo lo ocurrido en Ucrania fue el resultado de un plan de la CIA y de Soros; los últimos cien años de historia ucraniana: la independencia, el Holodomor, la Segunda Guerra Mundial, Chernobyl y la caída de la URSS, no tienen nada que ver con lo ocurrido en la actualidad.
Es evidente que, desde que el mundo es mundo, las grandes potencias aprovechan en su favor la debilidad de sus rivales e incluso de sus aliados. Las revoluciones cuentan con apoyo externo, pensemos en cómo Lenin regresó a Rusia, pero suceden porque se dan las condiciones necesarias para que se produzca esa revolución. Pensar que ucranianos y rusos eran hermanos fraternales hasta que los agentes de la CIA agitaron el avispero en el Maidán es de una ingenuidad absoluta, o perversa.
Además, los mismos que ven agentes de la CIA hasta en la sopa, niegan la mayor cuando se habla de Rusia, China o Irán. Parece que estas cosas sólo las hacen los occidentales. En España, algunos conservadores han defendido los mismos argumentos que los separatistas catalanes y han negado toda implicación rusa en el proceso independentista. La fuerte vinculación de la eurodiputada letona Tatjana Zdanoka, que trabajaba con el FSB, con el separatismo vasco y catalán es también una coincidencia, otro gallo cantaría si la espía hubiese sido de Montana o de Illinois. Ahora mismo, cuando los venezolanos se manifiestan contra Maduro hartos de la ruina y la miseria, algunos ven detrás una operación de la CIA, mientras que la presencia de soldados cubanos y mercenarios de Wagner apoyando al gobierno de Nicolás Maduro es un detalle sin importancia. Que la izquierda apoye a genocidas y tiranos en nombre del socialismo no es nada nuevo, basta con echar un vistazo a la historia reciente para ver las alabanzas a Stalin, Mao o Pol Pot, por parte de muchos y famosos defensores del progresismo, pero el problema es cuando vemos que ese discurso ha calado también en la derecha.
Sin embargo, del mismo modo que ver en todas partes a la CIA y a Jason Bourne es un error, la prensa generalista está haciendo lo mismo en otra dirección: todo es Putin. Las recientes protestas en el Reino Unido después del asesinato de tres niñas han desatado una campaña en los medios que culpa a Rusia y a una campaña de desinformación de lo sucedido. La realidad es que este crimen ha sido la gota que ha colmado el vaso para muchos británicos. Putin no tuvo nada que ver con el caso de Rotherham, en donde, durante casi 16 años, varios clanes de origen paquistaní abusaron de 1.400 niñas con la complicidad de las autoridades municipales y policiales, que no hicieron nada para no ser acusados de racistas. Tampoco es Rusia la culpable del fracaso multicultural en Francia, Reino Unido o Alemania, que es el resultado de políticas nefastas llevadas a cabo por políticos “moderados” que, sin embargo, aplican medidas “radicales” cuando sus ciudadanos protestan por lo que está sucediendo, como estamos viendo ahora en el Reino Unido. ¿Rusia va a aprovechar esto para fomentar la división? Eso es seguro, pero es un regalo que le han hecho nuestros gobiernos.
Otro buen ejemplo es el caso catalán donde Rusia sí ha apoyado el separatismo. El gobierno catalán, con el ahora prófugo Carles Puigdemont a la cabeza, buscó en Rusia el reconocimiento internacional a su fallido intento de golpe de Estado de 2017. Rusia estaba dispuesta a ofrecer ese apoyo no por cuestiones ideológicas, sino con el objetivo de desestabilizar la Unión Europea, pero ni mucho menos fue el que creo ese problema interno para España. El problema en aquel momento y ahora es responsabilidad de los principales partidos políticos, socialistas y populares, que han alimentado durante cuarenta años a sus socios independentistas para conseguir su apoyo y gobernar en Madrid. De nuevo es nuestra debilidad interna la que es aprovechada por el enemigo externo.
Rusia, y Bielorrusia como parte de su guerra hibrida, también está utilizando la inmigración ilegal contra Europa, y lo hará mucho más si la influencia rusa sigue creciendo en África, aprovechando de nuevo unas políticas suicidas de fronteras abiertas que en gran medida son consecuencia de la influencia del entramado de Soros y sus ONG en Bruselas. Los países nórdicos, los bálticos y Polonia, han reaccionado en mayor o menor medida, aprobando leyes para hacer más seguras sus fronteras, pero en la mayor parte de Europa Occidental se sigue primando el componente humanitario y negando el uso de la inmigración ilegal como un chantaje y un arma de desestabilización, incluso países como España, que sufre una extorsión permanente por parte de Marruecos por el control migratorio. Las fronteras abiertas son el mejor regalo para nuestros enemigos externos.
Hay que denunciar las injerencias provengan de donde provengan, pero ver el árbol no debe impedirnos ver el bosque. Nuestros enemigos externos están aprovechando los liderazgos débiles, las políticas suicidas y las agendas progresistas de un Occidente que parece querer autodestruirse. El único modo de identificar un problema y corregirlo antes de que pueda ser utilizado en nuestra contra es ir al fondo de las causas e identificar a los responsables, y el reduccionismo no nos sirve para eso porque resume todo el problema en un único factor, sea Soros, Putin o Jason Bourne.
Lee también
España gira a la derecha y Sánchez convoca elecciones
Las elecciones locales y autonómicas celebradas el 28 de mayo marcan un antes y un después en la política española. El resumen más evidente es una clara victoria de la derecha y una debacle para la izquierda, cuya versión más radical prácticamente desaparece de las instituciones.
Álvaro Peñas
“Las manifestaciones en Georgia no van a disminuir porque sabemos lo que está en juego”: Una entrevista con Nona Mamulashvili
El único modo de vencerlos es mediante las elecciones, pero cuando la práctica totalidad del Estado está en manos de una oligarquía se necesita un apoyo enorme para poder revertir la situación.
Comentarios (0)