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Alejandro Peña Esclusa: “El fraude es un tema crucial para el futuro de la democracia en Occidente, porque, literalmente, nos están robando la democracia”

2023-04-24
Tiempo de lectura: 12 min
Entrevista con Alejandro Peña Esclusa, ingeniero, escritor, analista y consultor político. Pionero de las primeras protestas en su país en contra del régimen chavista, fue encarcelado durante un año en El Helicoide (una prisión tristemente conocida por sus torturas) y a día de hoy sigue siendo un perseguido político. Experto en el Foro de Sao Paulo, ha escrito varios libros sobre este tema y acaba de publicar “Los fraudes electorales del Foro de Sao Paulo”.

 

Álvaro Peñas: Desgraciadamente, cada vez es más frecuente escuchar la palabra “fraude” después de unas elecciones. Usted trata este asunto en su nuevo libro. ¿En que se diferencian estos nuevos fraudes de los anteriores?

Alejandro Peña Esclusa: El fraude electoral moderno es avanzado, integral, exportable, evoluciona y se puede llevar a cabo ya no sólo desde el gobierno, sino también desde la oposición. Este modelo fue desarrollado en Venezuela por los cubanos con la anuencia de Chávez, porque Venezuela ha sido un laboratorio del régimen Castro-comunista para muchas cosas, desde metodologías de control social a nuevas formas de corrupción. Este mecanismo de fraude electoral se ha probado en 29 elecciones en Venezuela: presidenciales, gubernamentales, regionales, locales y referéndums. Y se está exportando a otros países.

Es decir, que ha habido fraude en todas las elecciones venezolanas.

En todas y cada vez más. Es una técnica nueva que se ha ido evolucionando y para la que los sectores democráticos no han desarrollado anticuerpos, no se han actualizado. Este fraude electoral tiene cuatro aspectos novedosos que no existían hace cincuenta años, porque antes el fraude consistía en robar votos en las mesas electorales. El primero es el uso de la informática, en las máquinas electrónicas de votación y, en donde se sigue contando el voto de forma manual, en las máquinas de recuento. Este software se ha exportado y hay varias empresas involucradas en escándalos, como Smartmatic, Indra o Dominion. Otro aspecto es la manipulación de la opinión pública a través de las redes sociales. Estas redes tienen un papel muy importante en las elecciones porque dictan tendencias y pueden hacer creer al público que un candidato tiene más apoyo mediante el uso de bots. Por ejemplo, Elon Musk, el presidente de Twitter, denunció que operadores rusos utilizaron las redes sociales para favorecer la campaña del izquierdista Petro en Colombia.

El tercer factor es la utilización moderna de la ingeniería social, la guerra cultural empleada para manipular el estado de ánimo de la población y acabar con los adversarios. En Colombia salió a la luz un proceso de ingeniería social, los llamados “petrovideos”, para demoler a sus adversarios usando la guerra sucia. Una campaña muy bien orquestada con técnicos especializados en manipular a la opinión pública mediante encuestas amañadas, noticias falsas, tendencias de opinión, etc. Por último, el cuarto aspecto es la influencia del narcotráfico, que está comprando a gran escala las campañas y candidaturas electorales. El caso más extremo es el de Venezuela, cuyo presidente es el jefe del Cartel de los Soles y tiene una recompensa de quince millones de dólares sobre su captura. Por esa razón, Gustavo Petro, nada más ganar las elecciones, promueve la legalización de las drogas, incluso en Naciones Unidas, porque está pagando un favor. Sin olvidar que el M19, el grupo al que perteneció Petro, asaltó e incendió el Palacio de justicia al servicio de los narcotraficantes.

Mencionaba que en los casos de voto manual, el fraude se realiza en las máquinas que hacen el recuento. Pero en esos casos se podría realizar un recuento real sumando todas las actas de votación.

Es cierto, pero en muchos lugares no hay representantes de los partidos democráticos porque son zonas peligrosas. Por ejemplo, en Colombia, el Clan del Golfo amenazó con violencia a los opositores a Petro; en Perú, tenemos violencia en la serranía; en Venezuela, los grupos armados del gobierno amenazan de muerte a los opositores. Para evitar un fraude en el recuento es necesario tener representantes en todas las mesas electorales y acceso a las urnas para compararlas con las actas electorales. Por eso, la izquierda crea las condiciones para que en un gran número de mesas no haya opositores o no se puedan  abrir las urnas, y ahí es donde se realiza el fraude.

¿No cree que, en muchos casos, los partidos democráticos simplemente no se atreven a cuestionar el sistema electoral y aceptan el resultado a sabiendas de que se ha producido un fraude?

Sí, hay miedo a denunciar el fraude. El Foro de Sao Paulo tiene toda una estrategia para atemorizar y atacar a los que digan que hay fraude. El que no reconoce los resultados es acusado de inmediato de mal perdedor y de no ser demócrata, y a través de la ingeniería social cualquiera que cuestione las elecciones quiere desestabilizar la democracia. Dedicó un capítulo del libro a la persecución judicial contra los que denuncian el fraude, y hay que ser muy valiente para decir que existe un fraude. No deja de ser curioso que en una democracia se considere un problema hacer denuncias y contar todos los votos. En el caso de Colombia hay un agravante, los encargados de contar los votos en las últimas elecciones pertenecían a la Federación de Educadores (FECODE), y la dirección de esta organización se manifestó a favor de Petro.

En el caso de Brasil se conocieron noticias de que en ciertas zonas del país había resultados del 100% de los votos a favor de Lula, algo estadísticamente imposible. Bolsonaro quiso reformar el sistema electoral, pero la justicia, muy politizada, lo impidió.  ¿Qué sucedió en Brasil?

Lo ocurrido en el norte de Brasil, con mesas electorales con el 100% de los votos para Lula, pasó también en Venezuela con Chávez, en Bolivia con Evo Morales en 2019,  en la serranía del Perú con Pedro Castillo, o con Petro en Colombia en las zonas controladas por la guerrilla o los paramilitares. En mi opinión es el mismo esquema que fue desarrollado en Venezuela y se exportó a otros países. En el caso de Brasil hay que añadir también la campaña internacional en favor de la izquierda y contra Bolsonaro. Hubo una campaña feroz en la que acusaron al presidente brasileño de querer mantenerse en el poder, de criminal y golpista. Se creó un ambiente en el que si Bolsonaro cuestionaba los resultados, confirmaría lo que la ingeniería social había predeterminado, que era un golpista. En Brasil no hubo una investigación seria ni la han permitido, y este hecho es un signo de culpabilidad. El primer interesado en abrir una investigación debería ser Lula, pero no sabemos lo que pasó, sólo tenemos indicios. En mi libro mencionó uno muy claro, cuando Daniel Ortega encarceló a sus siete adversarios a finales de 2021 y se proclamó ganador de las elecciones, Lula y su partido reconocieron los resultados y felicitaron a Daniel Ortega. Eso indica que si son capaces de avalar un fraude en Nicaragua, podrían hacer lo mismo en Brasil.

El caso de Brasil es también un claro ejemplo de toma del poder con fraude desde la oposición. Algo que fue posible por la toma de parte del Poder Judicial brasileño, el mismo que facilitó la salida de Lula de la cárcel por cuestiones políticas, no porque fuera inocente. Ese mismo sector judicial que liberó a Lula es el que ha impedido que se hagan las investigaciones. Por tanto, no tienes que ser gobierno, simplemente tienes que controlar algunas zonas del país para para hacer fraude en esas zonas y de esa manera obtener parte de los votos. La otra parte la obtienes con guerra sucia: atacando a la figura de Bolsonaro durante 5 años consecutivos, acusándolo de incendiar el Amazonas, de ultraderechista, culpándolo de las muertes del Covid… haciendo una campaña feroz para poder justificar luego el triunfo de Lula.

Ha citado varias veces a Gustavo Petro y las elecciones colombianas.

Sí, porque el caso de Colombia es el más sofisticado del fraude del siglo 21. ¿Por qué? Tenemos el caso extremo de Daniel Ortega, que comete el fraude a plena luz del día y lo puede hacer porque controla absolutamente todo,  pero en Colombia ocurrió lo contrario. Petro estaba en la oposición en un país tradicionalmente opuesto a la izquierda y que ha luchado durante 60 años contra los grupos guerrilleros armados a los que perteneció Petro, es decir, las instituciones eran un obstáculo para poder cometer un fraude. Sin embargo, hubo varios elementos claves. Primero, la parcialidad de las autoridades electorales. Esto se demostró en la campaña cuando el registrador nacional Alexander Vega le entregó a dedo el recuento a Indra sin tener la licitación y se produjeron fallos informáticos que favorecieron a Petro con un millón de votos. Luego, la campaña de ingeniería social para desmoralizar a los colombianos y presentar que todo estaba mal. También la financiación ilegal. Petro tuvo más dinero y más apoderados electorales que todos los demás partidos juntos. Y a todo esto le añades las encuestas falsas, los operadores rusos que denuncio Elon Musk, los petrovídeos y el uso de la violencia en ciertos sectores del país para amedrentar a los que votaban en contra de Petro. Cuando sumas los votos extras que puede haber sacado Petro por todas esas irregularidades, por todas esas modalidades de fraude diferentes, te das cuenta de que, si hubiera sido una elección limpia y transparente, Petro habría perdido.  

Además, en Colombia, como también sucedió en Chile, las elecciones se llevaron a cabo después de unas manifestaciones vandálicas que infundieron terror a la población convocadas por el candidato Petro. Es un mensaje muy claro, o votas a la izquierda o los disturbios no se detendrán. No puede haber elecciones libres si los ciudadanos están amenazados, en este caso por unos vándalos llamados la “Primera línea” cuyos dirigentes han sido liberados por Petro tras su llegada al gobierno, lo que demuestra la complicidad. Esa no puede ser una elección válida.

¿Este modelo de fraude podría llegar a Europa? ¿Tenemos que empezar a preocuparnos de las máquinas de recuento y votación?

Si, porque es un modelo exportable. En Kenia, justo antes de las elecciones, se detuvo a dos venezolanos de la empresa Smartmatic en el aeropuerto con material electoral. Hay noticias de fraudes similares fuera de Iberoamérica, con apagones de las máquinas de recuento como pasó en Estados Unidos.

¿Cómo se puede hacer frente a este fraude?

La mejor respuesta, lo ideal, es lo que hizo Alemania,donde el Tribunal Constitucional prohibió el voto electrónico. Otros países desarrollados también lo prohíben porque el voto electrónico es manipulable. Pero para combatir el fraude, lo primero es entender cómo funciona, hay que prepararse antes de las elecciones y no creer que es suficiente con hacer una campaña para conseguir votantes. Luego son necesarias dos cosas: una estructura ciudadana de ámbito nacional que controle las mesas electorales, que cuente los votos uno a uno, para garantizar la veracidad de los resultados; y un observatorio electoral internacional para poder detectar los fraudes, como el grupo de expertos que descubrió el fraude por inconsistencia estadística en el referéndum de 2004 en Venezuela.

En el prologo del libro, el ex presidente colombiano Andrés Pastrana afirma que la democracia está a punto de desaparecer porque el fraude electoral conculca el derecho de los ciudadanos a elegir a sus representantes. Es cierto, el fraude es un tema crucial para el futuro de la democracia en Occidente, porque, literalmente, nos están robando la democracia.

 

 

photo: http://fuerzasolidaria.org/

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