En enero de 2022, un mes antes de la invasión rusa de Ucrania, el eurodiputado Esteban González, vicepresidente de los Populares europeos, hizo las que probablemente son las manifestaciones más lamentables, y honestas, de su carrera. En una entrevista, el eurodiputado popular cargaba contra el gobierno polaco: “Lo que está pasando en Polonia no es porque Polonia sea Polonia, sino porque su Gobierno está haciendo las cosas mal y nosotros vamos a hacer lo que podamos, pero no podemos hacerlo todo. Vamos a ayudar. Lo que estamos haciendo es ayudar al pueblo polaco a cambiar ese Gobierno que no está funcionando. No está siendo bueno para el país”. Cómo no podía ser de otro modo, sus declaraciones fueron un escándalo y Pons intentó escabullirse señalando que la traducción de sus palabras no había sido correcta. Sin embargo, la entrevista estaba grabada. González Pons dijo exactamente lo que pensaba: que los polacos votan mal.
Para Pons y muchos de sus compañeros del PPE, para los socialistas, los liberales de Renew y, por supuesto, los extremistas de izquierda, es incomprensible que los polacos voten por el gobierno de la Derecha Unida dirigido por Ley y Justicia (PiS). Y es más incomprensible aún cuando el principal partido de la oposición está dirigido por uno de los suyos, un hombre de Bruselas como Donald Tusk. Sin embargo, a pesar de las campañas mediáticas, de las películas de terror sobre los soldados polacos en la frontera, y de las condenas y sanciones en el Parlamento Europeo por no cumplir con el Estado de Derecho, a pesar de todo eso, los obstinados polacos siguen votando mal. Los polacos y los húngaros votan mal y en consecuencia Hungría y Polonia son los “chicos malos de la UE”.
Una de las cosas que hago en Deliberatio es hacer un informe sobre lo que pasa en España y Portugal, y los que hayan leído esos informes saben hasta que punto están mal las cosas en ambos países. Sin embargo, para la Unión Europea, el presidente español Pedro Sánchez es uno de los buenos y en España no hay ningún problema con el Estado de Derecho. Esto es importante, porque cuando en una campaña electoral se menciona a Europa y a los valores europeos, como hacen Tusk y sus acólitos, no hay nada mejor que poner un ejemplo, y España es un buen ejemplo de un país que sigue sumiso la Agenda 2030 y del doble rasero de Bruselas.
A Bruselas no le molesta que Pedro Sánchez intente formar gobierno con comunistas, separatistas vascos y catalanes, los herederos políticos de una organización terrorista marxista leninista, e incluso con el partido de un prófugo de la justicia, Carles Puigdemont, que vive plácidamente muy cerca de Bruselas tras dar un golpe de estado en Cataluña en 2017. Tampoco es un problema la anunciada amnistía de los golpistas, incluido Puigdemont, ni que se hayan eliminado los delitos de secesión y de prevaricación del Código Penal, o que el gobierno socialista en funciones vaya a indultar a los políticos socialistas condenados en el mayor caso de corrupción de la historia de España, el caso ERE, la malversación de 680 millones de euros. Al parecer, todo esto no vulnera el Estado de Derecho que tanto preocupa a los Von der Leyen y a los Timmermans.
España es un país muy feminista, que ha aprobado una ley que ha liberado y reducido las condenas de más de 1.200 agresores sexuales, y el número de violaciones en los primeros seis meses del año supera las 2.300, un 11% más que el año pasado. En lo que llevamos de año han entrado en España más de 30.000 inmigrantes ilegales y los yihadistas detenidos desde los atentados del 11M en Madrid aumentan cada año y ya superan el millar. La criminalidad ha aumentado un 7,2% y ciudades como Barcelona registraron 44.933 delitos de enero a marzo de este año, 7.893 más que en 2022. España tiene una tasa de paro del 13,2% y es el segundo país de la UE con mayor desempleo juvenil (29%) y abandono escolar, y el cuarto en quiebra de empresas. España ha alcanzado un mínimo histórico de nacimientos y es el segundo país con la tasa de natalidad más baja, y al mismo tiempo se produjeron 100.000 abortos. ¿Es esto es un país que progresa? ¿Es esta la alternativa, los valores europeos, que Tusk y la Comisión ofrecen a los polacos?
Se podría caer en el error de culpar únicamente a la izquierda de estas políticas, pero el PP del señor Pons, el mismo que quiere ayudar a los polacos a votar “bien”, ha sido un colaborador necesario de toda esta situación y ha asumido toda la ideología de la izquierda y los mandatos de Bruselas hasta que la aparición de VOX le ha obligado a mirarse en el espejo. Los cantos de Bruselas suenan muy bien: “la diversidad es nuestra fuerza”, “amor es amor”, “sociedad abierta”, “políticas verdes”, etc. Pero, como el canto de las sirenas, que conducía a los barcos y a sus desdichados marineros al naufragio, las políticas de Bruselas sólo conducen a las naciones y a sus ciudadanos a la inestabilidad, la dependencia y la ruina. Los polacos vuelven a votar este domingo, esperemos, por el bien de toda Europa, que sigan votando mal.
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